1.
Si quieres, puedes. En un país con la moral por los suelos, los mensajes reconfortantes son cada vez más necesarios y abundantes, pero también más peligrosos. Uno de los mayores peligros lo representa ese discurso pseudoemocional que dice que, con mucha pasión y esfuerzo, puedes lograr todo lo que te propongas. Así que, si te propones saltar de un cuarto piso y volar con el simple aleteo de tus orejas pero acabas estampándote contra el suelo, ya sabes: no le pusiste suficiente pasión. Es lo que Ricardo Galli llama la falacia de la supervivencia.
Como quizá ya hayas imaginado, este discurso es una chorrada como un piano. Si quieres vivir en el mundo de la alquimia de Paulo Coelho y de los coaches de garrafón, agárrate a ese discurso como a un clavo ardiendo. Pero ojo, no hace falta ser un genio para saber que el éxito y el fracaso dependen de muchos, muchísimos más factores que la pasión y el esfuerzo. La realidad es mucho más dura, y cuanto más subas con el discurso barato, más dura será la caída si fallas.
2.
Fracasar es bueno. Nuestro país (como muchos otros, tampoco seamos tremendistas), es de polos opuestos: o nos encanta una cosa o la odiamos. Con el fracaso empresarial ha pasado algo similar: tras muchas décadas en la que el fracaso era un claro estigma social, desde hace algunos años se viene trabajando en la desestigmatización, argumentando que un fracaso puede ser una mala noticia sí, pero también aporta un conocimiento, un bagaje y una tolerancia a las dificultades que el éxito difícilmente te enseñará. Sin embargo, una vez más, se nos ha ido la mano con lo de los polos opuestos, y a día de hoy ya puedes oír a conferenciantes de pacotilla diciendo que, antes de triunfar, tienes que fracasar dos o tres veces. Hemos pasado de estigmatizar el fracaso a casi odiarlo, y oye, tampoco es eso. Sobre todo porque a veces quien vanagloria tanto el fracaso olvida una parte de la ecuación muy grave: si fracasas no solo puede que no te salga bien tu proyecto, sino que además puede que te arruines. Y eso, amigo mío, puede no ser demasiado grave si tienes un buen colchón económico, pero si no... imagínate.
La próxima vez que alguien te diga con una sonrisa de oreja a oreja que fracasar es bueno, pídele el teléfono y dile que te pague él la hipoteca si algún día te arruinas.
3.
Para las buenas empresas sí hay dinero. Bueno, esta quizá sea la frase menos falsa, aunque conviene explicar algunas cosas. Pese a que la tónica general y pesimista del emprendedor medio lleva siempre a afirmar que en España nunca hay dinero para las empresas, lo cierto es que en los últimos años estamos viviendo un verdadero auge en lo que a inversiones se refiere, con varias rondas de financiación que superan el millón de euros (incluso en las empresas de internet). Ahora bien, conviene que, antes de que decidas si en España hay dinero o no para tu startup, conozcas muy bien un concepto: el de la escalabilidad. Muy grosso modo, la escalabilidad significa que, para que tus ingresos aumenten en cierto porcentaje, tus gastos no tengan que aumentar en la misma proporción. Es decir, que si con 10 empleados generas un millón de euros, por ejemplo, no necesites 20 empleados para generar dos millones de euros.
Si tu modelo de negocio es escalable, es posible que seas una empresa invertible, y los inversores quizá se interesen por ti. Si tu modelo no es escalable, sin embargo, es posible que tu empresa sea perfectamente rentable y dé de comer a muchas familias, pero no será invertible. Y, como imaginarás, te será mucho más difícil atraer a posibles a inversores.
Si no eres invertible y necesitas financiación, tienes que recurrir a la receta clásica: los bancos, que tendrán todos los defectos que quieras, pero ninguno te pedirá una rentabilidad como la que te pedirá un inversor. La cuestión es: ¿qué banco da préstamos a un emprendedor que no tenga un patrimonio suficiente como para no necesitar un préstamo en las siguientes siete vidas? Ay, amigo, eso me gustaría saber a mí.
4.
Lo peor de emprender es la burocracia. Otra de las frases más repetidas: “Lo peor son los papeleos”, “te puedes tirar horas para un formulario”, “montar una empresa es difícil”, “la burocracia desincentiva el emprendimiento”, etc. Lo peor de este discurso es que a menudo viene acompañado de un estudio que aparentemente avala esta sentencia. Este estudio es el Doing Business, un informe que anualmente nos trae titulares como Crear una empresa en España es más difícil que en Zambia. Claro, con este titular, ¿quién es el guapo que se atreve a contradecirlo?.
Sin embargo, conviene aclarar que los criterios de este estudio al decidir lo fácil o difícil que es emprender en nuestro país son bastante cuestionables, ya que se basan casi en un único criterio: los días que tardas en crear oficialmente tu empresa. Amigo emprendedor, ¿de verdad crees que el mayor problema que te vas a encontrar en tu empresa es el número de días que tardas en montarla? ¿En serio? Hazte un favor y deshazte de esa idea cuanto antes. Porque si la burocracia desincentiva tu alegre espíritu emprendedor, prepárate para lo que viene después...
5.
Si emprendes, no tienes jefe. Esto puede ser cierto o ser la mayor mentira de la historia. Dependerá, como siempre, de cómo quieras enfocarlo. Si montas tu propia empresa quizá no recibas órdenes de un superior al estilo tradicional, pero no dudes que tendrás que dar explicaciones (de un modo u otro) a mucha más gente que si tuvieras un jefe.
Si tu modelo es B2B (business to business), todos tus clientes (todos, ¿eh?) se convertirán en tus jefes, y tendrás que estar bien con ellos. Si tu modelo es B2C (business to customer), quizá tus usuarios no sean jefes como tal, pero tendrás que tenerlos contentos. Sobre todo porque serán muchos y no te gustará verlos enfadados.
Extraido desde http://blogs.elconfidencial.com/tecnologia/emprendedorfurioso/2014-11-27..., con modificaciones